viernes, 1 de junio de 2012





UN MINUTO DE SILENCIO POR PATRICIA HIGSMITH


Cinco años después. Tindersticks en el tocadiscos. Un libro. Una carta. Insomnio. Alcanzar la precisión, eso sí, con sentido del humor, puede llegar a ser muy impúdico. Digital diaries. El viejo Rocabruno apuntando con una pistola a su amigo Ditidambo. Vestido con su vieja gabardina de espía, sintiéndose un cadáver andante. ¿Historias? ¿Para qué? Sólo los muertos necesitan historias, para sentirse vivos. Pero te escribo recostada en la cama. No, ya no puedo quererte como antes. Digital diaries. New York/PP. 192/ 215. Bocas tórridas, sexos silenciosos, disparos a bocajarro. MY LIFE HAS BECOME A BUNCH OF DIGITAL PHOTOS. Edmundo baila despacio, acariciando con la vista a la que ya nunca será su novia. Cuero. Cuero duro y homicida. Agárrate. Esta historia acabará en alguna carretera o en alguna playa un atardecer sucio y húmedo o tal vez en una habitación fría de una pensión fría, con el joven amante envuelto por una aureola de luces turbias y parpadeantes, con un ramo de flores mustias en su mano cerrada y un olor a escalera orinada en sus botas. El cristal. Contra el cristal. Sí. Esta historia acabará algún día. Las manos. Despacio. Nitidez. A medida que uno escribe va despojando a los poemas de lo prescindible. Lo prescindible. Ditidambo. Ditidambo y Rocabruno peleándose en la orilla. El arte imitará al arte y será el arte de la mentira. Digital diaries, digital diaries. Desnudos púdicos, espejos y bañeras. Botellas, cortinas, sábanas. Por desgracia, la pista siempre resulta ser falsa. Pero sí. Cinco años tarde. Un minuto de silencio por Patricia Higsmith.

No hay comentarios:

Publicar un comentario