UN MINUTO DE SILENCIO POR PATRICIA HIGSMITH
Cinco
años después. Tindersticks en el tocadiscos. Un libro. Una carta. Insomnio.
Alcanzar la precisión, eso sí, con sentido del humor, puede llegar a ser muy
impúdico. Digital diaries. El viejo Rocabruno apuntando con una pistola a su
amigo Ditidambo. Vestido con su vieja gabardina de espía, sintiéndose un
cadáver andante. ¿Historias? ¿Para qué? Sólo los muertos necesitan historias,
para sentirse vivos. Pero te escribo recostada en la cama. No, ya no puedo
quererte como antes. Digital diaries. New York/PP. 192/ 215. Bocas tórridas,
sexos silenciosos, disparos a bocajarro. MY LIFE HAS BECOME A BUNCH OF DIGITAL
PHOTOS. Edmundo baila despacio, acariciando con la vista a la que ya nunca será
su novia. Cuero. Cuero duro y homicida. Agárrate. Esta historia acabará en
alguna carretera o en alguna playa un atardecer sucio y húmedo o tal vez en una
habitación fría de una pensión fría, con el joven amante envuelto por una
aureola de luces turbias y parpadeantes, con un ramo de flores mustias en su
mano cerrada y un olor a escalera orinada en sus botas. El cristal. Contra el
cristal. Sí. Esta historia acabará algún día. Las manos. Despacio. Nitidez. A
medida que uno escribe va despojando a los poemas de lo prescindible. Lo
prescindible. Ditidambo. Ditidambo y Rocabruno peleándose en la orilla. El arte
imitará al arte y será el arte de la mentira. Digital diaries, digital diaries.
Desnudos púdicos, espejos y bañeras. Botellas, cortinas, sábanas. Por
desgracia, la pista siempre resulta ser falsa. Pero sí. Cinco años tarde. Un
minuto de silencio por Patricia Higsmith.
No hay comentarios:
Publicar un comentario