miércoles, 13 de junio de 2012

AL DEMONIO PROUST Y SU MAGDALENA...



If Joan of Arc
Had a heart
Would she give it as a gift

To such as me
Who longs to see
How an angel ought to be…

OMD. Joan of Arc (Maid of Orleans). La estoy oyendo ahora. La he oído mil veces y nunca me canso de ella. Normalmente no lo pienso: cómo se puede soportar la perfección. Pero hoy lo he pensado. Y sé la respuesta: no se puede. Cuando uno comprende que nunca va a escribir una canción así lo mejor que podría hacer con su vida sería suicidarse. Pero uno no se suicida. Uno se casa y tiene hijos. Y se pasa toda la vida en un trabajo horrible. Y no vuelve a tocar nunca su guitarra. La esconde en un cuarto siniestro, tan siniestro como su alma. Y reza para que la muerte venga pronto. Para que le libere por fin de su dolor, de su culpa, de su cobardía.
O un buen día coge su coche y aprieta el acelerador al fondo. Pero luego frena. Y entonces busca una botella, una raya, un coño. Entonces busca cualquier excusa. Cualquier motivo para volver a tener fuerzas. Pero no fuerzas para vivir. No eso porque para eso sabe que nunca más volverá a tener fuerzas. Sino fuerzas para acabar con ese teatro estúpido, con ese simulacro barato que es la vida, la vida que lleva y que es como un cáncer silencioso que le va devorando por dentro. Un cáncer que te obliga a sonreír. Un cáncer educado y lento, muy lento. Sin prisa. Un cáncer tan vulgar y práctico como el cáncer del vecino. No. Yo no me engaño. La verdadera vida acaba a los veinte años. O la los veinticinco. Cuando dejas de soñar. Cuando comprendes que tu nunca vas a estar en ese escenario. O no vas a escribir esa novela. O no vas a pintar ese cuadro, o vas a vivir ese viaje…. En ese mismo momento mueres. Pero es una muerte invisible. Una muerte interior. Una muerte de la que sólo tú eres consciente. Y ya sólo te queda esperar la otra muerte. La muerte oficial. Pero esa muerte puede tardar mucho. Esa muerte puede parecer que no va a llegar nunca. Y entonces surge la desesperante necesidad de hacer algo. Por eso estoy yo aquí. Porque no quiero hacer nada.


(extracto de la novela del autor "Libro del fugitivo")

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