lunes, 23 de agosto de 2021



FIN DE TRAYECTO: España en Regional y En vía muerta, un año después


Los libros tienen dos nacimientos y dos muertes.

El primer nacimiento es cuando los crea el autor. Luego el autor los cierra, los mete cuidadosamente en una caja negra y espera a que se produzca el segundo milagro, el segundo nacimiento. Eso no pasa siempre, pero si hay suerte un lector lo encontrará, lo sacará cuidadosamente de la caja negra y mediante un ritual mágico muy secreto y antiguo, lo devolverá a la vida. Y el libro vivirá una segunda vida mientras el lector lo esté leyendo. Y estará tan contento de estar vivo que si el lector se fija bien podrá oír su corazón bombeando a toda potencia cada vez que pasa de página, como también podrá escuchar sus pulmones respirando ansiosamente, tragando todo el aire que pueden, que les cabe, cada vez que el lector se para un momento a pensar en la frase que acaba de leer. 

Por desgracia, todo libro tiene sus días contados. El lector acabará el libro (si hay suerte, y esperemos que haya suerte porque de otro modo el libro nunca podrá entrar en el cielo y tendrá que quedarse en un horrible purgatorio) y lo dejará en la estantería. El libro morirá contento, morirá contento porque sabe que ha hecho lo que tenía que hacer: nacer, ser leído, morir. Esa es la evolución natural del libro, la ley sagrada que dictó un dios no sabemos si cruel o benévolo hace muchos siglos. Pero en todo caso, la vida de los libros también es un ciclo (aunque no eterno, porque los libros van perdiendo energía y capacidad para emocionarse y emocionar cada vez que mueren y son resucitados) y por eso siempre puede venir otro lector y puede volver a sacarlos de la estantería. 

Los libros no tienen infierno. Bueno, en realidad algunos sí. Pero solo los que están llenos de maldad y odio y esos por fortuna son muy pocos. La mayoría de los libros son buenos por naturaleza. De hecho, Rousseau, pensaba en libros cuando dijo eso de los hombres.

Los libros no son eternos. Pero siempre pueden tener descendencia, libritos o librotes que nacieron de un libro anterior. De hecho, la inmensa mayoría de los libros tienen hijos, padres, primos, tíos y abuelos. Y hermanos, claro. Algunos hermanos son bastardos porque su autor no los quiere reconocer. Pero eso en todo caso es culpa del autor, no de los libros. 

Cuando hace un año y medio publiqué España en Regional y hace ahora justo un año que publiqué En vía muerta (o que fueron publicados, mejor dicho, porque aquí, además del autor, participaron el médico, la comadrona, las enfermeras de esa planta, el conserje del hospital, la señora de la limpieza, el vigilante nocturno, etc.) yo quería, como todos los autores, lo mejor del mundo para mis pobres libros, tan pequeñitos, tan peligrosamente lanzados a las librerías y a los enormes y despiadados almacenes de libros (los libros nacen buenos, sí, pero luego se vuelven muy violentos entre ellos, es la competencia feroz por la comida, no se puede evitar). Y tengo que decir que lo sigo queriendo, por supuesto, pero a la vez estoy orgulloso como padre: los he visto crecer. Nacer y morir muchas veces, con cada nuevo lector. Los he visto saltar de alegría cuando alguien se los señala a la dependienta o al dependiente de la librería y al momento ya están volando por el aire, camino de una bolsa de plástico que los llevará a su primer hogar. Ningún libro quiere permanecer mucho tiempo en el orfanato de las librerías. Y los autores sufrimos, pero no podemos cuidarlos a todos. 

Nacieron en un momento muy difícil, y tuvieron un parto complicado. Ahora que ha pasado un año, todavía, como padre, tengo el susto en el cuerpo. Pero soy optimista. Por lo visto han nacido fuertes. Nunca se sabe lo que va a pasar con un libro hasta que lo matas, porque es duro decirlo, pero como autor en algún momento tienes que matarlo. Un libro sin punto final no es un libro. Un libro que no da por muerto el autor no puede llegar nunca a un lector. Es terrible decirlo, lo sé. Nadie dijo que ser libro fuera a ser fácil.

¿Si ahora volviera a escribir estos libros, cómo lo haría?, me pregunto ahora. Por muchos libros que tengas, cada libro es como tu primer libro. Y te salga como te salga, tu amor hacia él es incondicional. Algunos libros salen muy obedientes, y otros libros te salen muy rebeldes. En realidad, eso son detalles sin importancia. El lector ya los castigará o los recompensará según su criterio. Y contra el criterio del lector, poco puede hacer el autor. Así que…