domingo, 12 de marzo de 2023

 








Vida de parado, (adelanto dos)


(...)

El otro día fui a una de esas oficinas de empleo (bueno, lo mismo ya les han cambiado el nombre y no se llaman así). Yo lo llamo simplemente “ir al paro”. Temía cita para una entrevista. Otra entrevista. Casi cada mes tengo una entrevista. Me volvieron a pedir unos papeles que ya me habían pedido unas cinco veces. “Ya los tenéis, se los di a una compañera tuya, una de esas de la otra habitación”, contesté (no lo dije así tal cual, fui todo lo correcto que pude). “No, ese otro lado es nacional, este lado es autonómico, no cruzamos los datos, las fotocopias, los certificados, todo el papeleo me lo tienes que volver a dar a mi”. Me contestó mi entrevistadora. En las oficinas municipales pasa lo mismo. Pero lo que yo no sabía era que la oficina donde yo iba estaba dividida por un muro invisible. Todos los días se aprende algo.
¿Y cómo fue la entrevista? Muy bien. Como siempre. Con mi tipo de ayuda tengo que demostrar que estoy buscando “activamente” empleo. Y yo lo demuestro. Por supuesto que lo demuestro. La conversación duró unos cinco minutos. Intentaré reproducirla:
–Ella (era una chica, una chica joven, hablaba con voz suave y neutral): ¿Y cómo estás?
–Yo: pues bien, bastante bien (no conviene decir “muy bien”, que es sospechoso, pero desde luego jamás, jamás de los jamases hay que decir “mal” o “jodido, si dices eso te meterán en una sala oscura y no volverás a ver la luz nunca).
–Ella: ¿Y has hecho algo? ¿Has mirado la página de internet que te dije?
–Yo: Claro, claro. Por supuesto. Está muy bien. Había cosas interesantes.
–¿Has enviado algún currículum?
–Sí, claro, por eso no será (¿Cuántos llevo enviados?, ¿mil?, ¿dos mil?, jamás nadie a contestado a ninguno).
–Bueno, pues te doy fecha para la próxima entrevista. ¿Te viene bien…?
–Sí, sí, me viene bien (Nota importante: siempre, siempre, te tiene que venir bien la fecha que te den, un parado no tiene excusas, está todo el día en casa tocándose los cojones, todo el mundo lo sabe).
Y ya está. Se acabó la entrevista. Firmo el papelito de turno (si no lo firmo no me pagan) y me vuelvo a casa. Andando tranquilamente. Un parado nunca tiene prisas.
¿Le explico a esa buena señora qué hago? ¿Le explico que me falta tiempo? Que tengo que llevar a los niños al colegio, que recoger a los niños del colegio y llevarlos a las revisiones médicas o al dentista o a donde sea. Que tengo que poner lavadoras y lavaplatos y limpiar la casa, y luego sentarme a estudiar oposiciones (que no sé cuándo convocarán, que a lo mejor casi ya me ha tocado jubilarme para cuando las convocan), y luego escribir algún artículo (sobre todo para las revistas que pagan, los artículos para las revistas que no pueden pagar, aunque les gustaría, los tengo que dejar para otro día), y enviar los libros inéditos a las editoriales y los concursos. Y luego todo lo demás… Tengo que ir a ver a mis padres y hablar con mi mujer cuando ella vuelve del trabajo, y hacer otras muchas cosas insignificantes y sin importancia (como ir al banco, pagar mis impuestos, tirar la basura donde toca…), eso que los que trabajan también hacen, desde luego. Pero que quede una cosa clara: Estar en el paro no es estar parado. Yo estoy tan ocupado como cualquiera.


(...)




























MÁS INFORMACIÓN AQUÍ: