viernes, 26 de septiembre de 2014
ADIÓS ES UNA PALABRA MUY CORTA
Adiós es una palabra muy corta.
Adiós es una palabra sin hermana gemela.
Adiós es una palabra dura que no se rompe con casi nada.
Adiós siempre sube desgarrando la garganta, y no intentes tragártela o te ahogarás con tu propia sangre.
Adiós es siempre un homicidio voluntario.
Adiós es un eco sin vuelo de reconocimiento.
Adiós cruza el valle y sabe al momento dónde tiene que dejar la lluvia.
Adiós es adiós lo mires por donde lo mires.
(...)
http://lasafinidadeselectivas.blogspot.com.es/2014/01/alfonso-vila-frances.html
(fotografía del autor)
jueves, 11 de septiembre de 2014
¿Puede un verso salvar a un poeta?
¿De la muerte? No. ¿Del hambre? No. ¿De la soledad? No. ¿De la locura? No. ¿Del rencor? No.
¿DEL OLVIDO? SÍ.
SÓLO POR ESTE VERSO HABRÍA QUE SALVAR DEL OLVIDO A ARMANDO BUSCARINI:
¿Qué me importa sufrir, si soy poeta?
(Verso final de su poema "Orgullo, se puede leer entero en el libro de Juan Manuel de Prada, "Desgarrados y excéntricos", vale la pena...)
Fotografía de A. V. F.
lunes, 25 de agosto de 2014
Esta historia es absurda de la cabeza a los pies pero no más que la vida. Voy a contarlo todo, punto por punto y coma por coma. Voy a contarlo como lo recuerdo, que no tiene por que ser como pasó. Prometo no mentir y prometo intentar no guardarme nada, por mucho que me cueste. Es todo lo que puedo hacer.
Para empezar tengo que decir que yo tenía menos de cuarenta años, 38 para ser exactos, pero ya no esperaba nada de la vida. El éxito me había llegado demasiado pronto. Pero el éxito no tenía la culpa. O no tenía toda la culpa. Eso era algo que tenía que ver con mi carácter, con una parte de mi carácter oscura, impenetrable, dura y bien agarrada a mi alma. No podía hacer nada contra ello. Yo estaba destinado a sufrir. A no encontrar mi sitio. A ser un bicho raro estuviera donde estuviera. Con dinero o sin dinero. Con éxito o sin éxito. Pero no voy a hablar de eso ahora. No. Esta no es mi historia. Esta es la historia de T.
(...)
http://dosdisparos.com/2014/08/12/bobby-jean/#.U_sbSygflLk
miércoles, 11 de junio de 2014
SU MAYOR VERGÜENZA
Cuando la cinta se rompió
suavemente y los vecinos congregados empezaron a aplaudir, Alvarado Fernández
pensó que le había ganado la partida al cura. El pueblo por fin disponía de un
cementerio civil. Un cementerio construido por y para los vecinos, un
cementerio donde las familias podían enterrar a sus difuntos sin el oprobio de
tener que pagar de un modo abusivo por los nichos. Un cementerio donde…
(Como buen orador, Alvarado
Fernández preparó un gran discurso para aquella tarde, y los vecinos no dejaron
de aplaudir y luego se marcharon tranquilamente a sus casas.)
Al final en el cementerio
sólo quedaron el alcalde y el nuevo enterrador. Se miraron un momento en
silencio, y el alcalde, eufórico, exclamó:
–¡Tu primo se va a quedar sin
trabajo!
El alcalde se refería al
viejo enterrador, el que continuaba trabajando en el cementerio parroquial, que
curiosamente era primo del enterrador del nuevo cementerio.
Al alcalde le hubiera gustado
que su empleado le diera la razón, pero el enterrador no respondió nada. Se
limitó a bajar al cabeza y encender un pitillo.
Mientras volvía a su casa,
Alvarado Fernández pensó en su padre. Además de su nombre y su apellido,
Alvarado Fernández hijo había heredado de su padre su ideología política. Ahora
podía por fin doblar los papeles del discurso y respirar satisfecho. Aquel
cementerio había costado mucho. Para sus conciudadanos tal vez supusiera una
sustancial mejora en su pecunio, pero para él era mucho más: era una cuestión
de honor. En su cementerio, el cementerio del pueblo, todo el mundo tendría
cabida. Los pobres suicidas no serían enterrados fuera, junto al muro, sin
nicho, sin lapida, sin flores, sólo con una sencilla cruz en el suelo, tal y
como los sucesivos curas habían obligado a hacer hasta ahora. Y los fusilados
en la guerra tendrían un sitio de honor. (El alcalde pensaba hablar con sus
familias. “Se acabaron las humillaciones”, les iba a decir. “Mataron a vuestros
hijos y maridos y vosotros tuvisteis que suplicar para que os permitieran
enterrarlos. Pero ahora se hará justicia…”, y al pensar esto el alcalde recordaba
a su padre, que no murió en la guerra pero se pasó quince años en la cárcel.)
–Le he ganado la partida –le digo el alcalde a su mujer. No le he
quemado su iglesia, pero se acabaron sus abusos…
Y el alcalde pensó de nuevo
en su padre, que había visto arder muchas iglesias y pese a todo era un hombre
pacifico, que pensaba que con las palabras se conseguía más que con la
violencia y desde la cárcel había animado a su hijo a lo largo de toda su
carrera política. “Mi padre estaría orgulloso de mí”, pensó satisfecho. Aquel
era un de los días más importantes de su vida.
–Las cosas van a empezar a
cambiar… –sentenció.
Pasaron los años. El pueblo
olvidó el nuevo cementerio. Las viudas continuaban visitando a sus difuntos
como siempre. Y cuando les llegaba la hora pedían ser enterradas en el antiguo
cementerio, el de toda la vida, a poder ser al lado de sus esposos. Y
continuaban pagando el precio que marcaba el cura.
Alvarado Fernández estaba
desesperado.
–¿Cómo pueden pagar tanto por
algo que pueden tener gratis? –le preguntaba a su mujer.
Lo cierto es que el
cementerio civil estaba vacío. El alcalde había ofrecido trasladar sin coste
alguno los restos de los difuntos de las familias que lo pidieran, pero nadie
en el pueblo había formulado jamás petición alguna. Ni siquiera las familias de
los fusilados, a las que tanto se las había humillado en el pasado, habían
querido desenterrar a sus muertos para trasladarlos al vistoso mausoleo que el
alcalde había construido para ellos.
La situación era tan grave
que el alcalde se vio obligado a despedir al enterrador.
–El problema, señor alcalde,
es que no está bendecido. Nadie vendrá a enterrarse hasta que el cura lo
bendiga.
De pronto, el nuevo
enterrador, un hombre taciturno por lo general, había roto su silencio y le
había dado la solución.
Pero el alcalde no estaba
dispuesto a hablar con el cura. El enterrador le dio las buenas tardes y se
despidió.
El alcalde sabía que aquel
hombre taciturno pero valiente iba a ponerse a trabajar con su primo. Al final
el cura le estaba ganando la partida.
Las cosas siguieron como
estaban. Hasta que ocurrió algo inesperado. El pobre alcalde se puso enfermo y
se murió. Fue visto y no visto, una enfermedad muy rápida, casi ni se enterró
de que se iba a morir.
Pero no tan rápida como él
quisiera.
Aún le dio tiempo a ver
entrar a el cura por la puerta de la habitación.
–¿Pero qué…?
Tenía la boca seca. Intentaba
hablar y las palabras le abrasaban la lengua. El cura se dispuso a iniciar el
rito de la extremaunción. El alcalde pido un papel y logro garabatear una
frase. Después, por señas, logró que el papel llegara a las manos del cura.
En el papel ponía: “La
religión es el opio del pueblo”.
El cura lo leyó y sonrió.
El alcalde fue enterrado en
el cementerio parroquial. Su mujer pagó religiosamente el nicho.
(relato perteneciente al libro "La vida mientras tanto", Ed. Groenlandia, 2011)
domingo, 8 de junio de 2014
SHINE A LIGHT,
THE ROLLING STONES
Olvidemos los divorcios.
Olvidemos las peleas.
Olvidemos el miedo.
El error.
La pena.
Olvidemos los gritos.
Olvidemos los tiros.
Olvidemos los besos, las sobredosis, los
autobuses y las autopistas.
Olvidemos las madrugadas vacías.
Olvidemos los vasos a rebosar.
Olvidemos las palabras, los cuchillos, la
mirada que atraviesa la piel,
el cuerpo que cae al río, el hielo y su
fuego.
Una canción, dame una canción.
Nosotros sabemos donde está la curva.
Nosotros hemos cruzado cien veces ese
puente roto.
Una canción, dame una canción.
Una canción que lanzar contra la vida.
Una canción para calentar la casa.
Olvidemos las mentiras.
Olvidemos el amor que se escribe.
Olvidemos las palabras de sílex y metal
imperfecto.
Olvidemos que hay un nombre para cada
herida que nos tiene atados.
Una canción. Sólo una canción.
Que tus ojos brillen en la noche. Que tu
risa salte la hoguera por ti.
Mira a los otros. Todos se muerden y
cantan y luego duermen y lloran.
En esta casa sin puertas sólo una canción
puede cerrar la vida.
Algún día alguien dirá “yo estuve allí” y
no seremos nosotros.
Dame una canción para calentar la cama.
Cuando tus manos y mis manos no bastan…
(Poema perteneciente al libro "El final del banquete", fotografía de A. V. F.)
lunes, 5 de mayo de 2014
Ya se sabe que
hay muchos, muchísimos escritores hablando de cómo escribir. Hay libros
interesantes, como los 99 consejos de Chejov, y hay millones de citas
repartidas por todas partes. Parece que todos tienen un idea propia sobre cómo
escribir y se muestran la mar de contentos al ser preguntados por ello. Pues
bien, eso no tiene ningún mérito. Preguntar a un escritor cómo escribir es
preguntar a un barrendero como barrer. Te dirá que no tiene ningún secreto. O
te dirá que es más complicado de lo que parece. En cualquier caso lo que le
estás preguntando es un hecho tan natural y tan cotidiano para él que no podrá
salirse de unos marcos prefijados y generalmente muy restrictivos. Pocas citas
de escritores sobre cómo escribir me parecen realmente interesantes. Pero no me
ocurre lo mismo con las citas de pintores o músicos o fotógrafos. Porque sus
palabras muchas veces trascienden su propio trabajo y su propia disciplina y
son tan válidas para un escritor como cualquier otra cita de un escritor sobre
su trabajo. O a veces son mejores aún, por inesperadas, concisas, lúcidas y
desvergonzadas.
Vlaminck, el
pintor que usaba los colores como cartuchos de dinamita, dirá de él mismo: “era
un bárbaro tierno”, y esa es la mejor definición que conozco de algunos
escritores aparentemente huraños y con cierta tendencia al salvajismo verbal,
que no voy a nombrar porque se sentirían ofendidos con el calificativo de
“tiernos”, pero que en el fondo lo son, porque no pueden evitar un cierto amor,
clandestino y autoreprochable, por la humanidad. Cada uno que piense en su
bárbaro tierno particular. Yo me guardo los míos.
Gauguin, por su
parte, nos descubrirá lo fácil que es no cruzar la línea adecuada: “Nada se
parece tanto a un mal cuadro como una obra de arte”. Y sí, nada se parece tanto
a una buena novela como una mala novela, o a una buena película como una mala
película, o a una buena foto como una mala foto. Caminar por el borde y caer en
el lado bueno, ese es el mérito o la suerte de algunos.
¿Y cuál es el
sentido del arte (y de la literatura, y de todo lo demás…). Pues muy fácil.
Sólo hay que preguntárselo a Braque: “El arte está hecho para turbar. La verdad
existe. No se inventa más que la mentira”. ¡Ay! ¡Braque, Braque! ¿Por qué
dejaste que Picasso se llevara el premio gordo, cuándo podría haber sido tuyo?
Misterios de la
naturaleza humana aparte (¡Cuántos talentos se han perdido por falta de
ambición terrenal!), continuaremos con lo nuestro…
“Entre mi cabeza y mi mano está siempre la figura de la muerte”,
confiesa Picabia. Y yo me pregunto cuántos escritores tienen siempre presente
en sus obras la figura de la muerte, o mejor dicho, cuántos no la tienen. Y no
digo en algún momento, sino a todas horas, constantemente, como una amenaza
velada, inconsciente casi siempre, pero que influye y determina cada una de sus
palabras, de sus obras.
Pero vamos a entrar en harina. A las cuestiones prácticas. Hay dos
formas de pintar, y dos formas de escribir. Y esas dos formas dependen,
básicamente, de hacia dónde apuntas tu pistola. ¿Vas a desgarrar el alma, el
corazón, la mente? ¿Vas a quedarte en la superficie, en la piel, en lo físico?
¿Vas a bucear en lo oscuro, en la densa negrura interior?
Dalí, con su método para todo el mundo y para todas las circunstancias
(sí, me refiero a esa gallina de los huevos de oro: su método “espontáneo de
conocimiento racional basado en una asociación interpretativa-crítica del
delirio”) se autodescalifica a la primera de cambio. Se planta y de ahí no
sale. Su castillo está tan lleno de fantasmas como de sólidas defensas.
Magritte se va al otro lado, a él le gusta nadar en aguas cristalinas y
a poder ser cálidas: “Mi interés reside particularmente en provocar un choque
emocional”.
Particularmente yo me quedo con Jean Puy. Un pintor con un gran desnudo
mundialmente ignorado (y eso que le pone el rosa que el crítico Robert Hughues
quería en la teta de la maja). De Jean Puy sabemos muy poco y con eso nos basta
para dedicarle la atención que se merece. No estará nunca donde los ejecutivos
cuelgan sus cuadros invisibles pero no le importa. Él lo tiene muy claro:
“Pintar aquello que es capaz de sacudir la carne y el pensamiento a la vez”.
¿Nos sirve a nosotros? Pues sí. Prueba a cambiar de verbo y ponte delante de un
papel, es difícil conseguir ambas cosas, pero la explosión está asegurada.
Luego ya es simple cuestión de decidir qué cantidad de dinamita quieres poner.
martes, 8 de abril de 2014
Dos proyectos en prensa....
Proyecto uno: extracto.
Queridos reyes magos.
Este año he sido muy buena y me gustaría que me trajerais un lápiz y una goma
de borrar para la escuela y un paragua para no mojarme los días de lluvia si
puede ser.
Proyecto dos: extracto.
(...). Desde hace unos pocos años, la línea
Valencia-Teruel-Zaragoza, con prolongación hasta Huesca y Canfranc, la única
línea de ferrocarril que queda en la provincia, se remodeló por completo y se
adaptó para que pudieran circular expresos. Así, los viajes desde la capital de
la provincia hacia Valencia o Zaragoza son ahora mucho más rápidos y cómodos.
Lo que era una línea casi agonizante goza hoy en día de buena salud y tiene, si
no cambian las cosas, muchos años de futuro por delante. Pero no siempre ha
sido así. Y quienes hayan viajado asiduamente en tren por esta provincia sabrán
de lo que hablo. Peor suerte han corrido las dos grandes líneas de vía estrecha
que nacían en esta provincia: el ferrocarril Sagunto-Ojos Negros y el
ferrocarril Zaragoza-Utrillas, dos ferrocarriles mineros que fueron
desmantelados a finales de la década de los sesenta. (...)
PRÓXIMAMENTE EN SUS PANTALLAS...
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