sábado, 1 de abril de 2023

 




VIAJE INTERIOR 

(CAP. 1, ESPAÑA EN TAXI)



Dentro del enorme y siempre inacabado proyecto de "Viaje Interior", que son siempre fotos de viajes por España (nunca del extranjero y generalmente pocas ciudades y muy poco mar, y mucho campo y monte, mucho "interior" del país) y SIEMPRE desde dentro de un vehículo (normalmente un coche, aunque también a veces un autobús), hay un montón de fotos que todavía están sin tocar en el ordenador, esperando su momento. Dentro de las fotos desde el coche, la gran mayoría son "de carretera", con el coche en marcha (y yo de copiloto) o con el coche parado pero con paradas muy cortas (un semáforo, un atasco, un descanso rápido en un área de servicio, o en una zona de parking, etc). En estos años, además de ir en tren, he hecho muchos viajes en coches, a veces solo en mi coche, otras veces con mi familia, otras veces en el coche de un amigo o compañero de trabajo (o de un hermano), otras veces en un coche compartido (con otros pasajeros desconocidos) y también en algunas ocasiones viajes relativamente largos en taxi. De todas estas fotos, que son lo que yo suelo llamar "la cara B de los viajes en tren", está previsto seleccionar unas cuantas para hacer algún día un libro, un libro en el que los viajes en taxi (y las largas conversaciones con los taxistas) tendrán su capítulo. Es un proyecto muy largo, que nunca acabaré (porque siempre quedarán viajes pendientes), pero os pongo aquí algunas de las fotos que he estado seleccionando para un primer boceto inicial. Y luego, con el tiempo, pues ya veremos cómo va... Tengo otros proyectos y al final no saldrán todos, y no pasa nada. Pretender llegar a todo es algo absurdo y muy peligroso. Si hay que ir despacio, pues se va despacio. Y al final uno llega más lejos de lo que puede parecer... 






































































(fotos de Salamanca, Sevilla, San Sebastian, Segovia, Valencia, Madrid, Burgos, Santander y Gerona)






domingo, 12 de marzo de 2023

 








Vida de parado, (adelanto dos)


(...)

El otro día fui a una de esas oficinas de empleo (bueno, lo mismo ya les han cambiado el nombre y no se llaman así). Yo lo llamo simplemente “ir al paro”. Temía cita para una entrevista. Otra entrevista. Casi cada mes tengo una entrevista. Me volvieron a pedir unos papeles que ya me habían pedido unas cinco veces. “Ya los tenéis, se los di a una compañera tuya, una de esas de la otra habitación”, contesté (no lo dije así tal cual, fui todo lo correcto que pude). “No, ese otro lado es nacional, este lado es autonómico, no cruzamos los datos, las fotocopias, los certificados, todo el papeleo me lo tienes que volver a dar a mi”. Me contestó mi entrevistadora. En las oficinas municipales pasa lo mismo. Pero lo que yo no sabía era que la oficina donde yo iba estaba dividida por un muro invisible. Todos los días se aprende algo.
¿Y cómo fue la entrevista? Muy bien. Como siempre. Con mi tipo de ayuda tengo que demostrar que estoy buscando “activamente” empleo. Y yo lo demuestro. Por supuesto que lo demuestro. La conversación duró unos cinco minutos. Intentaré reproducirla:
–Ella (era una chica, una chica joven, hablaba con voz suave y neutral): ¿Y cómo estás?
–Yo: pues bien, bastante bien (no conviene decir “muy bien”, que es sospechoso, pero desde luego jamás, jamás de los jamases hay que decir “mal” o “jodido, si dices eso te meterán en una sala oscura y no volverás a ver la luz nunca).
–Ella: ¿Y has hecho algo? ¿Has mirado la página de internet que te dije?
–Yo: Claro, claro. Por supuesto. Está muy bien. Había cosas interesantes.
–¿Has enviado algún currículum?
–Sí, claro, por eso no será (¿Cuántos llevo enviados?, ¿mil?, ¿dos mil?, jamás nadie a contestado a ninguno).
–Bueno, pues te doy fecha para la próxima entrevista. ¿Te viene bien…?
–Sí, sí, me viene bien (Nota importante: siempre, siempre, te tiene que venir bien la fecha que te den, un parado no tiene excusas, está todo el día en casa tocándose los cojones, todo el mundo lo sabe).
Y ya está. Se acabó la entrevista. Firmo el papelito de turno (si no lo firmo no me pagan) y me vuelvo a casa. Andando tranquilamente. Un parado nunca tiene prisas.
¿Le explico a esa buena señora qué hago? ¿Le explico que me falta tiempo? Que tengo que llevar a los niños al colegio, que recoger a los niños del colegio y llevarlos a las revisiones médicas o al dentista o a donde sea. Que tengo que poner lavadoras y lavaplatos y limpiar la casa, y luego sentarme a estudiar oposiciones (que no sé cuándo convocarán, que a lo mejor casi ya me ha tocado jubilarme para cuando las convocan), y luego escribir algún artículo (sobre todo para las revistas que pagan, los artículos para las revistas que no pueden pagar, aunque les gustaría, los tengo que dejar para otro día), y enviar los libros inéditos a las editoriales y los concursos. Y luego todo lo demás… Tengo que ir a ver a mis padres y hablar con mi mujer cuando ella vuelve del trabajo, y hacer otras muchas cosas insignificantes y sin importancia (como ir al banco, pagar mis impuestos, tirar la basura donde toca…), eso que los que trabajan también hacen, desde luego. Pero que quede una cosa clara: Estar en el paro no es estar parado. Yo estoy tan ocupado como cualquiera.


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sábado, 18 de febrero de 2023

 



 Máscaras: el juego inocente




No hay juegos inocentes. No hay días que no dejen su marca, su minúscula erosión, su daño aparentemente invisible. Y pese a todo jugamos, jugamos de niños, jugamos de adulto. Necesitamos jugar. Jugar para volver ser niños, jugar para aprender a ser adultos.

Jugamos con muchas cosas, de muchas maneras. A veces jugamos con máscaras. Y a veces las máscaras que nos ponemos jugando tapan las mascaras que llevamos sin querer. Por obligación. Porque la vida nos las ha ido poniendo. Todos estamos tan acostumbrados a llevar las máscaras diarias, las del trabajo, las de la vida social, las de la vida familiar que no nos damos cuenta. Y la máscara se pega a la piel y se convierte en otra piel. Hasta que un día, de cualquier manera, vuelve el juego, vuelva la verdad, vuelve el rostro que tenemos debajo.

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