ANTICIPO...
D´annunzio era
todo un caballero. Harold Acton, en su exquisita autobiografía (Memorias de un esteta, ed. Pre-textos,
2010) nos cuenta como eran las veladas poéticas que daba en lujosos salones
florentinos, entre elegantes damas que, inexorablemente, caían rendidas a sus
pies. Pero su influjo llegaba al pueblo llano. Y Acton también nos lo cuenta:
“Las masas italianas pueden ser las más bulliciosas del mundo y, sin embargo,
cuando la elocuencia de D´annunzio alzaba el vuelo en una plaza repleta de
público habría podido oírse, literalmente, la caída de un alfiler, y aquello
era antes de la introducción de los altavoces”.
D´annunzio
escribía para la burguesía, para las élites. Culto, rico, muy refinado, amante
del placer, despilfarrador hasta el punto de tener que vender su casa y huir de
sus acreedores (como todo buen romántico: ahí tenemos el ejemplo de Byron), mujeriego
(aunque él mismo se quejaba en broma, diciendo, cada vez que se veía rodeado de
bellas admiradoras: “Por favor, tome nota. ¡Y aún me acusan de ir tras
ellas!”). Su voz, siempre en palabras de Acton “era más que metálica, era
inmensamente humana, casi bisexual, puesto que su virilidad se compaginaba con
una dulzura femenina. Su entonación parecía la fina flor del Renacimiento
italiano”. Cuando uno piensa en un poeta revolucionario no puede pensar en él.
Y no, desde luego, no tenía nada de revolucionario, excepto una de las más
importantes características de todos los revolucionarios y de todos los
aspirantes a revolucionario: ser un hombre de acción.
En la Guerra ya
lo había demostrado como piloto de aviones, donde perdió la visión de un ojo en
un accidente aéreo y llegó al rango de comandante. Y lo demostraría después,
cuando, muy molesto con el resultado del Tratado de Versalles, organizó una
expedición armada de veteranos italianos y conquistó la ciudad croata de
Rijeka, entonces llamada Fiume. Allí fundo el Estado Libre de Fiume, que es el
primer experimento real de un sistema fascista. Un experimento que duró muy
poco, pero del que Mussolini tomó muy buena nota. De allí salen entre otras
muchas cosas el saludo romano, las camisas negras, el título de Duce, un
sistema económico y político de tipo corporativista y como no, el uso rápido y
brutal de la violencia como solución a todos los problemas. Esto último, la
“acción directa” fascista, una bonita manera de decir que si alguien te molesta
le pegas una paliza o directamente lo mandas a la tumba y adiós problema, es
algo que supo hacer muy bien Mussolini (como por ejemplo, por poner uno de
tantos, en el caso Mateotti), pero que no
inventó Mussolini. No hay que olvidar que nuestro poeta no invadió solo la
ciudad, sino que se rodeó de un nutrido grupo de excombatientes, hombres muy
duros y habituados a la violencia y que debían tolerar algunas de las
excentricidades de su jefe porque no tenían más remedio.
(...)
POETAS CON PISTOLA, ALFONSO VILA FRANCÉS.
PRÓXIMAMENTE EN JOT DOWN
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