COMIENZA LA TEMPORADA OTOÑO-INVIERNO, II
APLAUDAMOS A LOS INTRANSIGENTES Y MATEMOS
A LOS SENSATOS (LA SEGUNDA REPÚBLICA Y LA GUERRA CIVIL. UNA APROXIMACIÓN)
¿Exagerado?
Veamos lo que dice Gabriel Jackson en su libro “La república española y la
guerra civil”:
Gil Robles hizo caer al gobierno en marzo por su negativa a
aceptar la conmutación de las sentencias de muerte contra los dirigentes
asturianos, la prensa monárquica lo alabó por su intransigencia. A principios
de mayo la CEDA volvió a formar parte del gobierno, esta vez con el propio Gil
Robles como ministro de Guerra, mientras los monárquicos le acusaban de
traición por haber “aceptado” la república.
Bien. Vamos por
partes… ¿Quieres eran los dirigentes cuyas condenas Gil Robles no quería
conmutar? ¿Peligrosos revolucionarios, asesinos despiadados de curas
indefensos? No. Eran dos diputados socialistas que si se habían destacado en
los sucesos de Asturias era por todo lo contrario, por su humanidad, por su
moderación, por su prudencia. González Peña, como miembro del comité
revolucionario que se formó cuando los mineros y obreros sublevados tomaron
Oviedo, se encargó, con grave riesgo personal, de evitar las ejecuciones de
detenidos, de tratar de convencer a sus camaradas de la necesidad de una
rendición pactada (por lo que fue acusado de cobardía y casi condenado a muerte
por sus propios compañeros) y de impedir que los mineros volaran la catedral
con la dinamita que habían traído de las minas. Él mismo dijo en su defensa que
“Había salvado la vida a cien guardias de asalto y guardias civiles” y era
cierto, si bien pese a todo hubo algunos fusilamientos de curas y policías,
pero muchos menos de los que la propaganda de derechas hizo creer. Teodomiro
Menéndez había tenido un papel más reducido: su único delito había sido
intervenir en la defensa y protección de los detenidos por los revolucionarios,
logrando que algunos de ellos fueran trasferidos a casas particulares “en
calidad de detenidos”, pues pensó que allí estarían más seguros, como de hecho
así era. Por todo esto el gobierno de Lerroux y Gil Robles ( y sobretodo el
tribunal militar que los juzgó) los consideraba tan peligrosos y culpables como
el más peligroso y culpable de los revolucionarios. Para las derechas españolas
no había ninguna diferencia entre intentar salvar a un cura o un policía,
evitar incendios, destrucciones, violaciones y saqueos y hacer todo lo
contrario. Ambos delitos merecían la misma pena.
(...)
(...)
(PRÓXIMAMENTE EN JOTDOWN)
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