VOLVER
A LA CIUDAD COMO UN EXTRAÑO
(anticipo dos)
Volver
a la ciudad como un extraño. Regresar a las calles que fueron tuyas. Regresar a
los parques, a las iglesias, a las bibliotecas y supermercados, a los
hospitales y museos. Regresar como un extraño, con la indiferencia de los peces
y las aves. Retornar con la noche y escapar con la noche, y contemplar las
luces y las sombras de una ciudad que fue tuya. Y ver tu vida como un fugitivo,
como un forastero. Ver las calles llenas de gente o vacías, y ser nadie entre
la gente y nadie entre el viento. Regresar a la ciudad que te vio nacer, y que
fue escenario anónimo de todas tus vidas. La ciudad dura y hostil, la ciudad
cálida y mullida. Recorrer la ciudad como un extraño, de estación a estación,
de autobús a autobús, y llegar a una casa que ya no sabes si es tuya, y recibir
besos y abrazos que no sabes si mereces, o si han caído sobre la piel
equivocada. Volver a la ciudad como un extraño, y andar por calles y parques y
subir a las azoteas y bajar a los sótanos, y contemplarlo todo como quien
contempla un vieja pintura borrosa, unas letras que casi no se pueden leer
sobre una pared oscura, manchada por el agua y quemada por el sol. Y saber que
ahí está la respuesta que no llegas a entender, el secreto que no acabas de
recordar. Y después, una noche, una madrugada, abandonar la ciudad como un
fugitivo. Para volver a tu nueva ciudad extraña, desde tu antigua ciudad
extraña. Y no saber si vas o vuelves, o si nunca te has ido, o si nunca has
vuelto. Y vivir en el camino, y vivir entre recuerdos polvorientos y heridas
secas, entre canciones sin letra y palabras sin música.
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